Este artículo se publicó en el HUFFINGTON POST el 19/10/2020
Kim Scott esperaba cruzar en un paso de peatones de Manhattan en el verano de 1995 cuando su perro se lanzó a la carretera. Reaccionó rápido y lo agarró a milímetros de la rueda de un coche. El conductor frenó en seco, bajó la ventanilla y le dijo: ‘Creo que quieres a esa perra, pero la vas a matar si no le enseñas a sentarse’. Scott, una vez recuperada del estado de shock, sacó dos conclusiones de ese comentario: la empatía con la que se había expresado y la sinceridad.
Esta experiencia fue el punto de partida de su revolucionario método de comunicación ‘Radical Candor’, que se podría traducir como ‘franqueza radical’ o más simple todavía: cuando te preocupas por alguien y, al mismo tiempo, lo desafías. Scott cree que no compartir los errores con las personas puede ser, incluso, un acto de maldad.
Kim Scott ha trabajado en Google, Apple y ha sido asesora de management para jefazos de Twitter y Dropbox, así que cuando te dice que seas honesto pero no imbécil, sabe de lo que habla. Scott resumió todo lo aprendido en 323 páginas, publicó el libro ‘Radical Candor: Be a kickass boss without losing your humanity’ en marzo de 2017 y revolucionó el management.
En su libro No rules rules: Netflix and the Culture of Reinvention, Reed Hastings, CEO de la plataforma, defiende hasta la extenuación la ‘transparencia radical’ y profundiza sobre el célebre test de Keeper (que inventó el propio Netflix) que anima a los jefes intermedios a despedir a los empleados que no sean ‘estrellas de rock’. Por ejemplo, alguien te llama a su despacho y te pregunta: ¿Intentarías retener a tal
trabajador si nos dijera que se va a trabajar a otra empresa? Si la respuesta es NO, esa persona es despedida de forma fulminante. Esa es la llave del Keeper test para justificar los despidos y quedarse con los más fuertes. Como dato objetivo, el porcentaje de despidos en Netflix ronda el 8%, un 2% por encima de la media de EE UU.
Como toda teoría revolucionaria, tiene detractores. Existe una corriente que defiende que no hemos sido formados ni educados para interactuar desde la sinceridad extrema y que ese modus operandi puede resultar destructivo para los interlocutores. Carol Kinsey, coach y asesora de grandes líderes, cree que la verdad sin filtros es imposible de asumir.
Yo he sido ‘radical’ antes que ‘candor’ y me ha ido peor. A veces, he sido un imbécil. No todos hemos sido formados ni educados para interactuar desde la sinceridad extrema y el sincericidio puede resultar letal. Aprender a ser honesto y constructivo es casi más una ciencia que un aprendizaje. Pero, bien gestionado, es útil. No solo he aplicado esa forma de relacionarme a nivel liderazgo, si no que lo he estoy trasladado a cada división de la agencia.
De hecho, Hasting, en una entrevista reciente en el Wall Street Journal explica exactamente su idea de ‘honestidad radical’ y es bastante más candor de lo imaginable: ‘Queremos franqueza, pero constructiva. Como cuando haces flexiones o corres. Te duele, pero sabes que te estás haciendo más fuerte. Tienes que pensar en ello en términos de retroalimentación: Produce suficiente incomodidad para aprender, pero no tanta incomodidad como para destrozar a esa personas’
Durante estos meses de confinamiento e incertidumbre he sido radicalmente honesto con el equipo sobre el contexto y los escenarios económicos que se presentaban en la agencia. Hacer partícipe a la gente sobre la realidad de la compañía en la que trabaja influye en su grado de responsabilidad, implicación y, sobre todo, en el sentimiento de pertenencia. Al final, PS21 es un equipo de cien personas.
En todo caso, el escritor francés Èmile Herzog defendía que si el objetivo es crear un entorno laboral eficaz, tal vez sea más eficiente no decir todo lo que uno piensa si no no decir nunca lo contrario de lo que se piensa. Quizá en el punto medio esté la virtud, como también apuntó Aristóteles.